
Recuerdo cuando te vi a los ojos, dijiste que no ibas a lastimarme, pero no fue así… después de mirarte te besé y te dije que te daría todo, pero no me dejaste. Ahora estoy sólo en una isla, completamente loco y hasta aquí llegué para escribirte ésto y lanzarlo al mar.
Si volveré a verte, luego me arrepentiré, no creo que vaya a mejorar, no lo hará, irás detrás de tus instintos, donde tus ojos puedan verme y cuando los tengas puestos en mi me arrebatarás el corazón, iré directo al sueño del amor y te harás creer a ti misma que no dejarás que eso te gane, no dejarás que eso le gane a tu amor.
Yo volveré a encender fuego, ese agua se secará, iré al sueño antes de que pueda pensar de nuevo.
Antes de ti tenía vida, luego no me quedó otra que despertar, volvería a encontrar agua cuando llegué al fondo, la necesité para volver a soñar.
Tienes algo que decirme y es lo siguiente: “A veces gana el que no pierde”, y me lo explicaste mejor: Cuando te rompen en pedazos no puedes volver como si nada. Todos se darán cuenta y te preguntarán “que te pasa?” o peor, supondrán lo que te pasa, y como no sabrás qué responder terminarás pareciendo insano.
Ayer cuando no te conocía, había algo en mí. Estaba feliz de que hubiera agua para regar las plantas que más amaba, las de mi soledad. Pero cuando te conocí pensaba en ti todos los días, pensaba que estaría regándolas junto a ti, no me daba cuenta que cuando llegarías te necesitaría para siempre, y dejé las plantas, quise que estuviéramos juntos para llenarnos de besos, y en lugar de eso estábamos peleándonos por ver quien amaba más al otro.
Ayer cuando te invité a ser parte de mi vida me faltaba creer en mi mismo, y si te encontré fue olvidándome de mí. No creo que soportes que te lo diga, quizás deba olvidarte primero, espero que te des cuenta que nos estábamos matando, que estábamos rompiendo las barreras de nuestra salud, de nuestra paz.
No estoy aquí para dejarte con el corazón roto, estoy aquí para hacerte feliz, así como cuando estaba abriendo el vino que enamoró estas vidas, o eso creo. Te dije: Quiero que estés conmigo, quiero que entre los dos dirijamos éste barco, y me dijiste que creías que no podrías hacerlo. Debí creerte pero mi corazón decía que si podías y no te escuché.
Ayer cuando despertaste me había ido, había dejado ese barco, no llegaría a destino contigo, me había ido con sabiduría, nadando hacia la nada, sin intención de volver, con ganas de escribirte desde la playa que jamás estaré disponible como lo hice contigo, y habré nadado lo suficiente como para saber que ése amor no llevaría a ningún puerto, lo suficiente como para poder sortear esa tormenta que te dejó en altamar.
Espero que sola puedas dirigir ese barco, que encuentres algún otro que pueda dirigirlo contigo pero sin hacerse daño, y que juntos lleguen a darle la vuelta al mundo, conociendo todos y cada uno de los puertos donde pueden amarrar el navío y juntar lo bueno y lindo de la vida para seguir camino y hacerse feliz el uno al otro.
Cuando respiro me doy cuenta que estoy vivo, cada día que pasa me doy cuenta que estoy más feliz que antes. Feliz de haberte dejado porque había algo en ti que no me cerraba, había algo que me torturaba y me di cuenta que era tu locura, la que yo intentaba curar, pero que no podría hacerlo nunca, y eso tardé en comprenderlo.
Iza las velas, ve tan lejos como quieras, aunque siempre habrán tormentas.